Nos encontramos inmersos en una abrumadora avalancha de información disponible en Internet, que busca captar nuestra atención por algo más que un instante. El objetivo principal de esta vorágine digital es mantenernos conectados el mayor tiempo posible. Es por eso que, sin siquiera notarlo, no nos damos cuenta de cuando ha pasado media hora en el feed de Instagram, YouTube o TikTok. Nos vemos atrapados en la distracción, alimentando así esa sensación casi insaciable de que nos vamos a perder de algo si no seguimos conectados. A veces, simplemente estamos esperando ver el próximo video que nos mantendrá absortos frente a la pantalla, mientras la industria del contenido mercadea nuestro tiempo y atención.
¿Quién no ha experimentado esa sensación en la que, al ver una serie en Netflix, cae rápidamente en el acto instintivo de saltarse el intro del siguiente episodio? Es posible que todos hayamos caído alguna vez en esa situación. Incluso perdemos la noción del tiempo mientras navegamos por las redes sociales o nos sumergimos en Internet. Sin embargo, el verdadero problema no radica en esa pérdida de tiempo y atención, sino en no ser conscientes de que nuestro tiempo y atención, se esfuman como agua entre los dedos en horas gastadas en entretenimiento, sin saber qué información estamos procesando en nuestras mentes de manera automática.
Para tener una mejor noción de esto, veamos algunos datos:
¿Cómo invertimos nuestro tiempo en Internet?
De acuerdo con una infografía de Statista, en 2022, Colombia comparte el cuarto lugar junto con Argentina en invertir hasta 9 horas diarias en Internet. Esto significa que casi la mitad de nuestro día lo dedicamos a consumir información, es decir, más de una jornada laboral de 8 horas.

De esas 9 horas que estamos conectados a Internet, aproximadamente el 42% del tiempo (3 horas y 46 minutos) lo pasamos en redes sociales. Esto representa casi media jornada laboral, en la que constantemente estamos siendo estimulados con información de corta duración presentada de manera muy rápida. Por lo tanto, no hay tiempo para ver las cosas con calma ni para mantenernos enfocados en lo que originalmente buscábamos. Además, esto está relacionado con el fomento de un pensamiento superficial. Sin mencionar el costo de oportunidad de gastar casi 4 horas en redes sociales, tiempo que seguramente podría ser invertido en aprender algo nuevo, poner algo en práctica o tener nuevas experiencias vitales.

Un indicador de desarrollo
Lo anterior deja ver que en algunos países se invierte más tiempo en el uso de Internet en comparación con otros. Mientras algunas regiones del mundo presentarían mayor escasez de atención, en otras pulula el nivel de atención y, por ende, el tiempo invertido en navegar por Internet es mayor.
No es sorprendente que cada vez pasemos más tiempo en Internet, ya que el trabajo, la educación y las actividades de la vida cotidiana dependen en gran medida de su uso. Sin embargo, surge la pregunta de ¿si competir por el podio con una media de navegación tan alta en redes sociales nos conduce a una sociedad mejor informada y preparada?, o ¿simplemente nos desconectamos para entretenernos?
Responder esta pregunta resulta desafiante y no podemos resolverla por completo en en esta entrada. Sin embargo, al menos sí podemos presentar un indicador cercano que brinda una noción del desarrollo de un país. En este caso, podemos observar el PIB (Producto Interno Bruto) de Colombia, el cual es 15 veces menor que el de Japón, el país con el menor tiempo medio gastado en redes sociales.

No hay comprensión sin práctica y sin fundamentos
Sin embargo, la simple relación entre el PIB y el tiempo de navegación invertido por cada país no es suficiente para establecer si hay alguna influencia directa del uso del Internet en el desarrollo. No obstante, tampoco es arriesgado pensar que en esta era digital estamos sobre-simplificando tanto, que no siempre dejamos espacio para fomentar el pensamiento crítico, el cual es una característica fundamental para el desarrollo del capital humano y por ende de las sociedades.
Este escenario va creando el caldo de cultivo perfecto para fomentar lo superficial en lugar de lo profundo, y estimular la inmediatez necesaria para captar nuestra atención antes de perder la oportunidad de no quedar en el olvido del scroll down. Como resultado, los contenidos deben ser cada vez más fáciles y rápidos de digerir con el fin de captar nuestra atención en el menor tiempo posible.
La noción de inmediatez también acrecienta al problema de los contenidos fugaces y superficiales. Fácilmente nos identificamos con frases de grandes escritores, pensadores, celebridades o filósofos, así como con los logros de personalidades destacadas. Sin embargo, es importante reconocer que esas ideas y logros son el resultado de su propio proceso de autoconocimiento y aprendizaje. Así que es necesario continuar nuestro propio proceso de aprendizaje para afianzar lo que nos beneficie y contribuir a un mayor desarrollo.
En resumidas cuentas, no podemos pretender comprender la teoría de la relatividad con sólo leer las frases célebres de Albert Einstein; al igual que no podemos aprender a montar en bicicleta sólo observando a alguien más hacerlo. En este sentido, vale la pena plantearse si dedicar más atención y tiempo a Internet se traduce en mejores comprensiones que se conviertan en conocimiento aplicado tanto a nivel individual como para la sociedad.
¿A qué objetivo queremos contribuir?
En última instancia, el fácil acceso a la información es una ventaja del momento histórico en el que vivimos. Sin embargo, esto es mas bien una auto-reflexión, acerca de cómo utilizamos nuestra atención al consumir contenido. ¿Contribuimos al propósito de la industria, o invertimos nuestro tiempo y atención a nuestro propósito para desarrollar nuevas habilidades, adaptarnos a los rápidos cambios tecnológicos e invertir tiempo de calidad?
Es crucial que aprendamos a consumir información de manera consciente, para recuperar nuestro tiempo y atención. Así, podemos pasar de ser consumidores pasivos de información, a empezar a ser contribuyentes activos de un proceso colectivo de aprendizaje, en beneficio propio y de la sociedad.